Pensamiento de retorno

Con ese volver a empezar se enciende el fogón en mi cocina de leña. El fuego matutino es esencial para dar comienzo a los primeros pasos de un día cualquiera como hoy. Como en un desierto manchado del pecado original nada se conserva puramente virgen, el fuego consumiéndose mientras apuro el café que me dicta el camino hacia el trabajo. Rutina. Atascos. Cielo encapotado por estos lares gallegos, la riada de la incertidumbre repitíendose la marea sin rompeolas, las mareas humanas que lloran desconsoladas por el descontrol como cuando vuelves a llorar por la ausencia de su mano en estos días de sin razón y espanto. Mas la razón no alumbra más que aquello que no ignoro pues toda ignorancia hace de mi uno que busca a oscuras entre el fango de estas riadas que se multiplican hasta la saciedad. La lluvia. La tristeza de la lluvia. Lo triste que estoy cuando tu te vas de mi entre la lluvia que lo inunda todo.
Con ese volver a empezar me levanto diminuto. Con estas sábanas antiguas que conservo todavía por si acaso. Aún pienso que todo puede volver a ser como antes, como las risas llenas de sol en lo alto de nuestras colinas, allá donde el día te enseña a comprender. Hoy, sin embargo, son tiempos de lluvia extrema. Tiempo para encender el fogón con su crepitar monocorde y silencioso, y escuchar su cantinela de dulce ceniza. Será que todo lo que llegó a ser luz se convierte inexorablemente en polvo y ceniza, todo lo que fui transformado en otra materia. Hoy vuelvo a ser leña. La ceniza me la está llevando la lluvia.